Kawawana significa «Nuestro patrimonio para preservar juntos». Es fruto del esfuerzo de un pequeño grupo de pescadores locales del pueblo diola de la Baja Casamanza que se unieron en una asociación movilizaron a las comunidades de sus ocho pueblos reunieron cerca de 12 000 personas sin ningún apoyo financiero externo y establecieron la reconstrucción de un territorio de vida que se había ido deteriorando.
El presidente de este grupo de pescadores se preocupó especialmente por restablecer mejores condiciones alimentarias, sociales y medioambientales para la población. Al saber que era posible establecer un área de conservación comunitaria en un sector del territorio del municipio, utilizó su red de pescadores y se dirigió a cada una de las familias afectadas con el objetivo de movilizar a todos los voluntarios posibles en torno al restablecimiento de las normas de pesca locales y ancestrales para el bienestar y la restauración de sus ecosistemas. Esta restauración ecológica dio como resultado la recuperación de la cadena alimentaria y la reaparición de varios tipos de peces y depredadores.
«Desde que nació Kawawana, el pueblo se ha encontrado con muy buena salud. Hemos visto que, gracias a Kawawana, los pescadores vuelven a vivir. Y cuando los pescadores viven, nosotros también».
Sr. Idrissa Goudiaby, habitante de Tendouck Foto: Grazia Borrini-Feyerabend
9 665 hectáreas
Guardianes: Comunidad de Mangagoulack, 12 000 habitantes
Kawawana es también un ejemplo emblemático de restablecimiento del «buen vivir en el pueblo», mediante la solidaridad, la reactivación y revalorización de las normas tradicionales, al igual que el uso de los recursos naturales que están arraigados en la cultural local. Kawawana también tiene la gran distinción de haber sido el primer territorio de vida reconocido oficialmente por el gobierno en 2010, trazando el camino para que otras comunidades también declaren otros territorios de vida.
Kawawana está situado en le Blouf, en el sur de Senegal. Abarca 9665 hectáreas, que representan el 30 % del municipio de Mangagoulack. Su principal ecosistema es sudano-guineano y está formado por manglares estuarios intercalados con canales (Bolong). Las principales funciones ecológicas que mantiene Kawawana son, primero, las de protección de los suelos frente a la erosión y la salinización, de las especies frente a la pérdida de hábitat por la deforestación, del equilibrio biológico frente a las plantas invasoras; y, segundo, de regeneración de peces en zonas de desove y guardería a salvo de los depredadores.
La comunidad diola de Kawawana depende de dos bosques: 1) manglares ricos en peces y ostras y 2) bosques terrestres ricos en productos forestales nos maderables. Ambos bosques ahora son parte del TICCA Kawawana y proveen muchos servicios medioambientales a los habitantes. Foto: Christian Chatelain
Manglares. Foto: Christian Chatelain
El bosque terrestre de Magagoulack, de más de 5000 hectáreas es ahora parte del TICCA Kawawana luego de la movilización que salvó el área de la producción de carbón vegetal. Foto: Christian Chatelain
Los beneficios biológicos de la conservación de Kawawana van más allá de los límites del TICCA tanto en aspectos económicos como sociales. Foto: Christian Chatelain
Vínculos con el territorio basados en tradiciones que siguen intactas a pesar de la globalización y el modernismo
Históricamente, cada pueblo diola tenía su propio bolong y su madera sagrada con funciones y prohibiciones propias. En la actualidad, siguen existiendo vínculos sagrados entre el medioambiente y las actividades de subsistencia como la agricultura, la caza, la pesca, la artesanía, etc. El pueblo diola es conocido por mantener una cohesión social fuerte y unos valores culturales que siguen muy vivos, y la comunidad de guardianes de Kawawana sigue arraigada a estas tradiciones que han resistido con fuerza las facetas más problemáticas del desarrollo y la globalización. Incluso hoy en día, siguen dependiendo de los recursos locales para la economía de trueque (cultivo de arroz para la alimentación, pesca, arboricultura, recolección, caza, artesanía, etc.), así como de los vínculos estrechos y sagrados con el medioambiente (bosques sagrados, lugares de oración, bosques prohibidos, bolongs prohibidos, etc.). La comunidad de Kawawana ha restablecido las normas consuetudinarias y los conocimientos técnicos para el uso y la conservación de sus recursos, pues son conscientes de su dependencia con el territorio para sobrevivir. La comunidad tiene un fuerte sentimiento de identidad con su territorio y está muy orgullosa de su cultura, que considera una fuente de riqueza y no un obstáculo para su desarrollo.
La mayoría de la población de Kawawana está formada por jóvenes que, aunque casi todos son parte del sistema de educación formal, siguen muy apegados a su cultura y a sus símbolos, como los bosques sagrados y los diversos ritos de paso a la edad adulta, que proporcionan los espacios y momentos para la transmisión de conocimientos entre generaciones. La emigración afecta a esta parte de Senegal, pero la presencia de Kawawana limita este éxodo rural y ayuda a los jóvenes a permanecer en el pueblo. Si bien el conocimiento de la geografía y la biodiversidad de la zona es conocido por todos los diola, incluso por los más jóvenes, los conocimientos más espirituales son mantenidos y conservados por los especialistas. Se trata, en particular, de los sabios, pero también de las mujeres de la comunidad, que son, por ejemplo, las únicas habilitadas y capaces de colocar (necesariamente de noche) los elementos rituales necesarios para la aplicación de las reglas tradicionales definidas por toda la comunidad.
Las decisiones se toman por consenso entre todos los miembros de la comunidad en asambleas generales ordinarias. Foto: Christian Chatelain
Foto: Christian Chatelain
Foto: Grazia Borrini-Feyerabend
La reglamentación local estricta es mejor aceptada y aplicada que la reglamentación nacional
Uno de los principales logros de los pescadores de la comunidad rural de Mangagoulack, agrupados en una asociación llamada APCRM,[1] no fue crear una nueva institución con nuevas reglas, sino rehabilitar, revitalizar y reforzar sus instituciones consuetudinarias locales y sus antiguas reglas y adaptarlas a las exigencias del mundo actual.
La institución Kawawana se basa en los sistemas tradicionales de gestión comunitaria y local de los recursos de los manglares y se compone de varios órganos: una Asamblea General, un Consejo Comunitario, una Mesa, un Consejo de Sabios y un Consejo Científico, en los que tienen representación cada uno de los ocho pueblos involucrados. Está reconocida por el gobierno senegalés desde 2010 y posee derechos colectivos de acceso, conservación y regulación. A pesar de la legislación moderna y un derecho de la tierra poco claro, esta institución consuetudinaria es muy eficaz en materia de reglamentación, ya que está mejor adaptada al contexto, es mejor comprendida por la población y es más eficaz que la reglamentación nacional moderna, que, por diversas razones, se implementa inadecuadamente.
Las instituciones de gobernanza de Kawawana están capacitadas para hacer cumplir las reglamentaciones, tras la capacitación gubernamental recibida por veinticuatro de sus representantes para convertirse en agentes de vigilancia, para llevar un registro de infracciones, para detener a los infractores y presentarlos a los servicios estatales competentes (pesca o silvicultura). Estos veinticuatro vigilantes voluntarios de Kawawana garantizan así, en nombre de su comunidad y al servicio del estado descentralizado, una vigilancia local de las normas establecidas mucho más rigurosa y eficaz de las que se aplican fuera de Kawawana.
«Pesqué con thiasses (redes de monofilamento). Cuando Kawawana las prohibió, no estaba muy de acuerdo, pero las dejé de todos modos. Ahora me parece bien»
Sr. Baboucar Goudiaby, pescador
Las instituciones gobernantes de Kawawana han elaborado un plan de gestión que se compone de tres zonas internas para administrar los manglares en su territorio de vida. Una primera zona está vedada para toda la comunidad, protegiendo así un lugar de reproducción para las poblaciones de peces y un hogar para los ancestros y los espíritus de la conservación. Una segunda zona está reservada a la pesca de las aldeas, cuyos productos deben ser consumidos o vendidos localmente por intermediarios de la zona para satisfacer la demanda territorial a un precio accesible para el mayor número de miembros de la comunidad. Una tercera zona de pesca está autorizada para todos, pero prohíbe el uso de redes no permitidas por la legislación nacional. El pescado y los productos pesqueros de esta última zona pueden venderse libremente en todos los mercados de la región.
Estas normas se exponen tanto de forma moderna como tradicional (carteles y elementos rituales) y se explican ampliamente, sobre todo a través de la radio (las 12 000 personas de la comunidad saben qué es Kawawana y son capaces de describirlo). Kawawana cuenta con su propio sistema de vigilancia autónomo (un equipo de monitores que, además de realizar trabajo voluntario, se dedican a pescar y vender pescado para financiar el combustible de las canoas de vigilancia), así como un sistema de seguimiento (seguimiento ictiológico y seguimiento socioeconómico) que mide el impacto de las normas aplicadas tanto en la biodiversidad local como en la calidad de vida de la comunidad.
El reconocimiento oficial de Kawawana por parte del estado senegalés en 2010 ha reforzado los lazos de confianza entre la población y los servicios estatales, lo que ha permitido llevar a cabo otras acciones de conservación, como la preservación de otra parte del bosque en Mangagoulack que está siendo amenazada por un proyecto de carbonización con fines comerciales. Este reconocimiento ha sentado, sobre todo, un precedente para muchas otras comunidades de Senegal y de otros países, que ahora también pueden atreverse a reclamar su derecho a gobernar sus propios territorios de vida.
Una biodiversidad espectacularmente regenerada y una comunidad profundamente revitalizada
Kawawana ha conseguido aumentar la biodiversidad del entorno, tanto en cantidad como en calidad, con la reaparición de una veintena de especies de peces, de las cuales solo se conocía la más antigua, el regreso del manatí, muchas aves migratorias, así como el retorno de depredadores como el delfín y el cocodrilo que prueba el aumento de la biomasa disponible.
Kawawana también ha conseguido mejorar la vida cotidiana de la gente. Hay más pescado de mayor calidad y a mejor precio porque se produce, se pesca y se vende localmente. Además, la venta de pescado ha generado más ingresos y menos deudas a los pescadores, con la creación de puestos de trabajo para la comercialización, iniciando un círculo virtuoso para toda la economía local.
Aprovechando sus éxitos, Kawawana es uno de los ejemplos emblemáticos de conservación comunitaria en Senegal. Diez años después de su reconocimiento legal por parte del estado y de la puesta en marcha de su pionera estructura de gobernanza comunitaria, sigue siendo un modelo que está sacudiendo los principios de la conservación clásica en el país y en África Occidental.
«Gracias a Kawawana, existe una gran cohesión en la comunidad, desde Tchioko hasta Affiniam, y Kawawana es reconocida en todo Senegal»
Sr. Idrissa Goudiaby, habitante de Tendouck
Kawawana es importante en diferentes niveles geográficos: a nivel local para su comunidad gobernante que lo necesita para «vivir bien»; a nivel regional porque la regeneración de las especies de peces en el territorio de vida tiene un efecto en otros territorios vecinos, y a nivel nacional porque la preservación de los ecosistemas en Casamanza tiene un impacto en toda la economía del país.
Desde el punto de vista administrativo, las leyes y políticas relativas a las áreas protegidas deben integrar la gobernanza comunitaria como un tipo de gobernanza por derecho propio, de forma similar a la integración necesaria de la gobernanza estatal. En el plano político, este ejemplo de gobernanza de la comunidad de Mangagoulack ha contribuido a abrir el campo de posibilidades de la sociedad civil senegalesa en su conjunto.
Casamanza, considerada como el «granero» de Senegal, es una región privilegiada por su geografía (acceso a los recursos costeros), su clima (precipitaciones y temperatura) y sus suelos (presencia de materia orgánica). Sin embargo, sigue siendo una región esencialmente rural donde la renta per cápita es inferior a la media nacional. Por ello, tres décadas de conflicto armado en Casamanza han dado lugar a una pobreza persistente. En este contexto, y frente a la presión de muchos migrantes en busca de recursos (sobre todo pescado), la comunidad de Mangagoulack se desenvuelve bien, tratando de garantizar a sus miembros, gracias a su territorio de vida, un acceso privilegiado a los recursos a un precio aceptable. Por ejemplo, el pescado capturado en la zona n.°2 de Kawawana (zona de pesca de la aldea) sólo debe consumirse o venderse en la aldea, y no en la ciudad, donde los precios de venta son más atractivos.
El bote de vigilancia de Kawawana permite el resguardo de los tres puntos de entrada del río del territorio de vida. Foto: Christian Chatelain
¡Los peces están de vuelta! Foto: Christian Chatelain
Foto: Grazia Borrini-Feyerabend
Tras constatar la creciente escasez de productos pesqueros (base de la alimentación de los diola) en sus comidas y el visible deterioro de su salud, los pescadores de Mangagoulack quisieron, en primer lugar, redescubrir el «buen pescado» en sus platos. Toda su lucha por la conservación ha tenido como fundamento y justificación este principio básico de nutrición, tomando la conservación de los ecosistemas no como un fin en sí mismo, sino como un medio para restaurar un medioambiente sano y favorable a sus diversas necesidades para la vida (alimentos, madera, farmacopea, recolección para la reventa, etc.) y capaz de responder a diversas presiones externas (erosión del suelo, salinización de la tierra, mareas excepcionales, sequías, etc.).
Estas diversas presiones se ven ahora agravadas por el cambio climático, que tiene efectos visibles en la región, como la disminución general de las precipitaciones, la degradación de los manglares en algunas zonas y la salinización de los arrozales por la subida del agua salada, lo que supone una grave amenaza para el cultivo del arroz.
Aprovechando su experiencia en la gestión de periodos difíciles (como las grandes sequías de la década de 1970), la comunidad de Mangagoulack ha conseguido, guiada por los esfuerzos de conservación de los pescadores, mitigar estos efectos negativos preservando un manglar menos perturbado y, por tanto, más capaz de desempeñar su papel de protección y mantenimiento de los ecosistemas terrestres y sensibles. La regeneración del manglar y el regreso de un número de depredadores como los delfines, hasta el punto de provocar quejas de algunos pescadores que han visto sus redes dañadas por ellos, son una prueba indiscutible de esto.
A pesar de la presión externa y las amenazas, la comunidad de Mangagoulack mantiene sus prácticas tradicionales, tales como el pastoreo luego de la cosecha en los campos de arroz. Foto: Christian Chatelain
Se han desarrollado varias huertas en los últimos años, en primera instancia, para la autonomía alimentaria, pero también para vender. Foto: Christian Chatelain
Kawawana se enfrenta a nuevas amenazas
Los resultados de las decisiones y medidas de gestión tomadas por la comunidad de Mangagoulack son muy positivos, pero las instituciones gobernantes de Kawawana deben seguir siendo cautelosas y vigilantes, ya que siguen existiendo diversas amenazas, especialmente para los peces y la madera de los manglares, que son muy codiciados en toda la región.
Un primer riesgo es convertirse en víctima de su propio éxito, pues Kawawana ha atraído a un número cada vez mayor de pescadores y los esfuerzos por controlar la pesca han tenido que ser gestionados en primer lugar por los propios pescadores. Los jóvenes y los migrantes retornados, que querían pescar en Kawawana, se han visto alentados a trasladarse a otros sectores.
Un segundo riesgo es la disminución del entusiasmo por el voluntariado. Hasta ahora, toda la comunidad ha hecho un gran esfuerzo por Kawawana, un esfuerzo basado principalmente en las acciones voluntarias. Los supervisores, los encuestadores de seguimiento, los líderes de los pescadores del territorio y todas las personas implicadas en el éxito de Kawawana participan sin remuneración y a menudo incluso de su propio bolsillo. Se han encontrado soluciones iniciales para garantizar, como mínimo, el mantenimiento del seguimiento y las sanciones (por ejemplo, se organizan pescas colectivas para financiar algunos gastos de seguimiento).
Un tercer riesgo es la dependencia de la ayuda exterior. El apoyo de las ONG y sus «proyectos» suele ir acompañado de influencias y Kawawana nunca lo ha querido. Al contrario, la comunidad siempre ha hecho valer su independencia y su capacidad de decisión según sus propios medios y eligiendo cuidadosamente las ayudas bien orientadas que puede aceptar.
Por último, la explotación insostenible de los recursos naturales como el agua, los bosques o incluso el subsuelo en Kawawana y sus alrededores sigue siendo una amenaza. Un plan de proyecto de carbón vegetal, que la comunidad rechazó de manera unánime, pone de manifiesto esta amenaza, incluso en el propio Mangagoulack. En efecto, fortalecidos por su éxito con Kawawana, los dirigentes pesqueros, apoyados por los ancianos de la aldea, lograron resistirse a los deseos de ciertos funcionarios administrativos del municipio que planeaban talar y transformar una gran parte del bosque vecino de Kawawana en carbón vegetal con fines comerciales. Además, en Senegal también se están desarrollando proyectos petroleros y mineros. Entre ellos, un proyecto de extracción de circonio en Niafrang, en la costa de Casamanza y a pocos kilómetros de Kawawana, que ya ha sido firmado por el estado, y contra el que se están movilizando varias comunidades.
Otro problema, menos visible pero igualmente amenazador, es el del acceso a la tierra y la gestión sostenible de los recursos, especialmente para las mujeres, un asunto que los funcionarios de Kawawana están abordando actualmente. Aunque la constitución del país consagra los recursos naturales como patrimonio nacional, cada pueblo considera que la tierra y los recursos hídricos de su territorio son propiedad de los ciudadanos del pueblo. Kawawana está respondiendo a este problema apoyando las actividades de las mujeres, como la recolección de ostras, actividad clave con un impacto potencial positivo en los ecosistemas costero-marinos. Al involucrar determinantemente a las mujeres de Kawawana, los dirigentes locales están reduciendo la amenaza para el medioambiente que podría suponer el desarrollo de la recolección insostenible de ostras en la zona.
La cosecha de ostras solo se permite del 1 de marzo al 31 de mayo. Tradicionalmente, esta actividad la realizan las mujeres. Foto: Christian Chatelain
Una canoa llena de ostras. Foto: Christian Chatelain
Foto: Christian Chatelain
Un pionero: a partir de su éxito, Kawawana es el principal ejemplo y la piedra angular de una amplia red de territorios de vida TICCA en toda África Occidental
La experiencia de Kawawana, una importante primicia en Casamanza y un modelo de gestión sostenible de los recursos naturales para todo Senegal, ha abierto nuevas perspectivas para una conservación más inclusiva, participativa, equitativa y eficaz en los entornos marinos costeros de toda África Occidental. Su objetivo general de eliminar el acceso abierto a las zonas de pesca de las aldeas demuestra que la gestión local de los recursos dirigida por la comunidad, derivada de las prácticas consuetudinarias tradicionales, puede ayudar a restablecer los beneficios medioambientales y sociales para todos aquellos que se relacionan con este ecosistema, incluidas las personas de otros lugares.
La historia y la cultura de Casamanza demuestran que las comunidades locales mantienen una identidad propia y fuertes lazos de solidaridad interna, ideales para un trabajo cooperativo que pretende aportar beneficios sociales. En un momento crucial de su enfoque de conservación, Kawawana pudo beneficiarse de un apoyo técnico de acompañamiento en su lucha por salvaguardar sus valores biológicos y culturales, y hoy se sienten capaces de contribuir a convencer a las autoridades centrales de las ventajas de la gestión de los recursos naturales por y para las comunidades locales.
Esta experiencia de diez años de retorno a la conservación consuetudinaria y comunitaria en el territorio de vida Kawawana en Mangagoulack, Senegal, es una historia de éxito con muchos factores relacionados entre sí y también mejoras de la biodiversidad y en las condiciones de la vida: el retorno de peces en cantidad (duplicación del número y del tamaño promedio) y en calidad (reaparición de veinte especies de peces) en el territorio de vida (que incluye también efectos positivos en las zonas pesqueras vecinas); un retorno a la dieta más rica en proteínas (pescado y marisco); una disminución de la tala no regulada de manglares y un aumento general de la biodiversidad vegetal y animal (madera, aves, reptiles, etc. ); una disminución de las deudas familiares contraídas con los comerciantes y el regreso al pueblo de los migrantes en éxodo, y un refuerzo de la cohesión comunitaria y de la implicación individual en la conservación del bien colectivo.
La institución de gobierno que ha permitido todas estas mejoras para la comunidad está lidiando ahora con las consecuencias de su éxito y resiste actualmente la presión exterior, que se hace más fuerte a medida que los resultados de sus éxitos en materia de conservación se hacen más evidentes.
Recompensada por sus esfuerzos con varios premios internacionales, entre ellos el Premio Ecuatorial en 2012 y el registro en Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación de TICCA en 2012, la comunidad de Kawawana espera continuar con su iniciativa, ampliar su área y mejorar sus capacidades de gestión y funcionamiento. De hecho, el reconocimiento legal de Kawawana como área protegida gobernada por la comunidad de Mangagoulack, expresado oficialmente por el estado senegalés en 2010 es un factor importante de protección contra las crecientes presiones externas de la explotación de recursos. Sin embargo, solo mediante el desarrollo de una red fuerte de territorios de vida en Senegal y más allá, las comunidades pueden esperar representar una fuerza significativa para la conservación a largo plazo de los recursos de la tierra en África Occidental.
[1]L’association des pêcheurs de la communauté de Mangagoulack (APCRM) – La asociación de pescadores de la comunidad de Mangagoulack, que ahora cuenta con más de 420 miembros.
Acerca de los autores / las autoras
Salatou Sambou es el coordinador regional del Consorcio TICCA para África Occidental. Es pescador, el principal fundador de Kawawana y actualmente es el coordinador del Consorcio Nacional TICCA-Territorios de Vida en Senegal
Christian Chatelain es el co-cooordinador para África del Consorcio TICCA. También trabaja en la promoción de los TICCA en Francia.