África Oriental y Meridional comprenden un conjunto extremadamente diverso de países que se extienden desde el Cuerno de África hasta el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica. Dentro de esta región geográfica, social y políticamente diversa, existen ciertos puntos en común. Lo más notable, desde un punto de vista ecológico, es la prevalencia de ecosistemas áridos y semiáridos, que van desde desiertos tanto en el sur (Namib y Kalahari) como en la región norte del Cuerno, hasta una amplia gama de sabanas, pastizales y regiones relativamente secas de bosques de Miombo que predominan en gran parte de Zambia, Zimbabue, Mozambique y el oeste de Tanzania.
Estos ecosistemas sostienen una enorme diversidad biológica y cultural. Antropológicamente, las sabanas de África Oriental son muy famosas por ser el hogar evolutivo de los primeros humanos, mientras que Etiopía, Kenia y Tanzania contienen sitios clave para los primeros descubrimientos de homínidos. Durante los últimos millones de años y hasta el día de hoy, los seres humanos que viven en las sabanas y pastizales de la región han convivido con algunos de los conjuntos más grandes de vida silvestre que se encuentran en la Tierra. Hoy, los paisajes en áreas como el delta del Okavango, el gran ecosistema del Serengeti, los valles de Luangwa y Zambezi y otros sitios, son lugares clave para la conservación de la vida silvestre, los parques nacionales y otras áreas protegidas, así como para las industrias de turismo de vida silvestre multimillonarias (en dólares USD) que forman una parte importante de las economías nacionales desde Botsuana hasta Kenia.
Estos paisajes también sostienen una enorme diversidad de comunidades Indígenas y residentes, incluidos los pastores que poseen y administran decenas de millones de cabezas de ganado, y cuyos medios de vida dependen de la productividad ecológica de los pastizales de la sabana. Los cazadores-recolectores Indígenas continúan manteniendo estilos de vida tradicionales que dependen de los recursos silvestres, tales como los muy famosos pueblos San del sur de África, los Hadza del norte de Tanzania y los Ogiek de los bosques montanos de Kenia. A lo largo de la extensa costa del océano Índico, millones de personas dependen de la pesca y otros recursos en una región que abarca algunos de los arrecifes de coral y biodiversidad marina más grandes de cualquier parte del mundo.
Las áreas conservadas que generan beneficios de la vida silvestre para los terratenientes y las comunidades de pastores se han expandido en Kenia rápidamente en la última década. Foto: BASECAMP
La gestión comunitaria y el conocimiento Indígena son fundamentales para muchos TICCA en Kenia y en otras partes de África Oriental. Foto: Guy Western
Los paisajes de la sabana de África Oriental sostienen los medios de vida de los pastores y de la población silvestre migratoria. Foto: Honeyguide
Dentro de una región tan diversa y rica, es un desafío inherente sintetizar el estado y las tendencias relacionadas con la conservación comunitaria y la gobernanza de los recursos naturales. No obstante, es posible realizar algunas generalizaciones importantes que pueden ayudar a comprender la dinámica clave dentro de la región, así como a informar sobre tendencias e iniciativas mundiales más amplias en la conservación comunitaria.
Es importante destacar que los diversos sistemas tradicionales de gobernanza de los recursos naturales en la región, que surgen de las culturas y los medios de vida Indígenas, existen junto con muchos experimentos formales más recientes de conservación comunitaria. Desde la década de 1980, África Oriental y Meridional han estado a la vanguardia de los enfoques comunitarios para la conservación, influyendo en las ideas y las prácticas mundiales a medida que han evolucionado desde entonces.[1] En la actualidad, países como Namibia y Kenia son líderes mundiales en el desarrollo de políticas y enfoques legales para las áreas de conservación comunitaria (denominadas ‘áreas de conservación’ en ambos países), al adaptar sus modelos locales para abarcar áreas más grandes que los bienes de sus parques nacionales e involucrar a cientos de comunidades locales de todo el país. Estos modelos de conservación comunitaria a gran escala poseen lecciones importantes para los esfuerzos actuales de expandir la cobertura y expectativas formales de la conservación global, destacando particularmente la importancia de habilitar políticas y leyes nacionales, un fuerte liderazgo de la sociedad civil local y nacional, e inversiones a largo plazo para el fortalecimiento de las instituciones locales.[2]
Al mismo tiempo, el contexto institucional y de gobernanza más amplio de la región crea tanto oportunidades como desafíos duraderos para el compromiso comunitario con la conservación. El contexto histórico de la gestión de los recursos naturales, dominado por el legado del colonialismo y el desarrollo estatal poscolonial que tendió a centralizar el poder político y económico en gran parte de África subsahariana, dejó un legado de propiedad y control altamente centralizados sobre la tierra, los bosques, la vida silvestre y otros recursos naturales. La mayoría de los bosques y tierras comunitarias consuetudinarias permanecen de manera formal bajo el control del estado central.[3] Como resultado, África subsahariana en su conjunto está muy por detrás de América Latina y Asia en el reconocimiento de los derechos consuetudinarios a la tierra y los recursos naturales de las comunidades locales y los Pueblos Indígenas, lo que crea inseguridad en la tenencia de estos, debilita las instituciones de gobernanza local y, a menudo, socava oportunidades tanto para las iniciativas de conservación locales tradicionales, como también las más formales.[4] Las luchas contemporáneas por los derechos a la tierra y el uso de recursos operan dentro de un entorno político más amplio que usualmente se caracteriza por altos niveles de corrupción, instituciones democráticas frágiles o incipientes y presiones sociales crecientes como resultado de los altos niveles de pobreza y transformación social.
En medio de estas tensiones y legados, el futuro de la diversidad biológica y el bienestar humano de la región están estrechamente ligados al desarrollo de sistemas efectivos para el manejo y gobernanza comunitarios de los recursos naturales, tanto mediante la introducción de nuevas reformas legales, así como el fortalecimiento de sistemas, valores e instituciones tradicionales.
En el norte de Tanzania, el Equipo de Recursos Comunitarios Ujamaa ha realizado esfuerzos para asegurar el derecho a la tierra de las comunidades Indígenas mediante títulos jurídicos en áreas como el valle Yaeda y otros paisajes de la sabana. Foto: Felipe Rodriguez
Integrar la cría de ganado de pastoreo y preservar la vida silvestre son centrales para la conservación comunitaria en Kenia y el norte de Tanzania. Foto: Nicholas Lapham
Tendencias regionales clave
Ganadería, personas y vida silvestre
Una característica fundamental de los paisajes de África Oriental y Meridional es la coexistencia de una gran cantidad de ganado doméstico junto con la vida silvestre y otras formas de biodiversidad. En África Oriental en particular, las comunidades de pastores tradicionales y los sistemas de uso de la tierra han moldeado durante mucho tiempo, mediante ciclos de incendio, pastoreo y asentamiento, los ecosistemas de sabanas y pastizales que sostienen poblaciones de vida silvestre migratorias excepcionalmente grandes. Esta vida silvestre continúa moviéndose a través de paisajes que en gran parte no tiene vallas y una serie de tierras estatales, comunitarias y privadas en lugares como el norte de Tanzania y la mayor parte de Kenia.[5] Dado que tanto la producción ganadera (con la mayoría de las cabezas en manos de productores que son pastores de pequeña escala) como el turismo de vida silvestre son motores económicos de miles de millones de dólares en estos países, la conservación se centra cada vez más en cómo integrar eficazmente el pastoreo y la conservación de la vida silvestre. Estos esfuerzos tienden a enfocarse en fortalecer los derechos de tenencia de las comunidades de pastores sobre sus pastizales comunitarios y apoyar los sistemas tradicionales de uso de la tierra basados en reservas estacionales de áreas de pastoreo. También implica la creación de mejores oportunidades económicas tanto del ganado como de la vida silvestre en estas áreas.
Por ejemplo, la Asociación de Propietarios de Tierras de South Rift es una organización de base pionera que representa a unas dieciséis comunidades de pastores en el sur de Kenia, para trabajar en conjunto con el fin de integrar sistemas de uso consuetudinario de la tierra con oportunidades modernas de turismo, mercados de ganado y otras ocupaciones. Asimismo, apoyan a las comunidades para formalizar y fortalecer las reservas de pastoreo tradicionales de usos múltiples como núcleo de sus sistemas generales de gestión de la tierra, de manera que también proporcionen hábitats estacionales de alta calidad para la vida silvestre. A su vez, esto ayuda a restaurar especies como jirafas, cebras y leones dentro de este paisaje.[6] Estas comunidades masái establecen reservas de pastoreo estacionales, basadas en el pastoreo trashumante tradicional, que restringe el acceso del ganado a estas áreas durante la estación seca. Esto protege eficazmente el forraje y el hábitat de la vida silvestre, beneficiando a los ganados silvestres como cebras y ñus, al tiempo que mejora la disponibilidad de forraje durante los períodos de sequía.
De manera similar, en el norte de Tanzania, el Equipo de Recursos Comunitarios Ujamaa se enfoca en asegurar los derechos de tierras comunales para las comunidades de pastores y cazadores-recolectores como base para proteger sus territorios de la amenaza de la fragmentación y la invasión de tierras. Este enfoque protege hábitats estacionales clave y rutas de migración tanto para la vida silvestre como para el ganado. El trabajo realizado ha ayudado a las comunidades a asegurar más de 940 000 hectáreas de tierra en estos títulos comunales (llamados Derechos de Ocupación Comunitaria Consuetudinaria, CCRO en inglés) en el norte de Tanzania durante la reciente década, incluidas las últimas tierras tradicionales que quedan de los cazadores-recolectores Hadza y Akie, culturas únicas en las sabanas del norte de Tanzania. Esta seguridad de tenencia crea para comunidades marginadas nuevas oportunidades económicas, tales como el ecoturismo y el proyecto de acreditación de carbono llevado a cabo en asociación entre Hadza y Carbon Tanzania, una empresa social local. Dicho proyecto fue galardonado con un Premio Ecuatorial en 2019.
Ampliación de las áreas de conservación comunitaria en Kenia y Namibia
Siguiendo sus propios caminos y circunstancias únicas, Namibia y Kenia durante los últimos veinte años se han vuelto líderes notables en la región y, de hecho, en el mundo al llevar los modelos de conservación comunitaria a una escala de gran y creciente impacto nacional. Es importante destacar que, si bien ha habido muchos llamados y declaraciones políticas en toda la región para delegar mayores derechos sobre la vida silvestre y otros recursos naturales a las comunidades locales, Namibia es el único país de la región que ha creado un marco legal claro al respecto. Sus leyes de conservación y vida silvestre permiten la creación de áreas de conservación comunitarias donde los organismos locales tienen amplios derechos de gestión y tienen derecho a retener el 100 % de los ingresos de la utilización de la vida silvestre.
Después de la aprobación de las reformas que crearon áreas de conservación en Namibia a mediados de la década de 1990, estas se han extendido drásticamente. Ahora cubren más de 16 millones de hectáreas y abarcan aproximadamente el 20 % de la superficie terrestre de Namibia. Las áreas protegidas estatales, las áreas de conservación comunitarias y privadas representan aproximadamente el 43 % del área total de tierra bajo alguna forma de gestión de conservación. Asimismo, la cantidad de vida silvestre en estas zonas se han recuperado ampliamente junto con la expansión de las áreas de conservación. Por ejemplo, la población de elefantes del país se ha triplicado desde mediados de la década de 1990 y los leones y rinocerontes negros se han recuperado en la región del noroeste de Namibia.
En Kenia, las áreas de conservación comenzaron a surgir en la década de 1990 con iniciativas locales, que usualmente involucraban empresas de turismo y grupos de terratenientes o comunidades de pastores, en ecosistemas clave como Amboseli o Maasai Mara. En 2013, tras la aprobación de la nueva constitución de Kenia en el 2010, el gobierno aprobó una nueva ley de vida silvestre que formalizó una definición de áreas de conservación por primera vez, otorgándoles la sanción y el apoyo estatales. Desde entonces, la cantidad de áreas de conservación ha aumentado, con más de 160 unidades que ahora cubren un área de alrededor de 6 millones de hectáreas, aproximadamente el 11 % de la superficie terrestre del país. Como en Namibia, esto ha tenido el efecto de duplicar aproximadamente el área de tierras bajo manejo de conservación además de áreas protegidas estatales. Las áreas de conservación en Kenia proporcionan un hábitat esencial para una amplia gama de especies en peligro de extinción, incluida la cebra de Grévy, casi endémica, el antílope hirola y especies con presencia en otros lugares como el elefante, el león, el guepardo y la jirafa.
Las claves de los cambios y el progreso realizado en la ampliación de los modelos de conservación comunitaria, tanto en Kenia como en Namibia incluyen los siguientes factores:[7]
La creación de marcos legales y de políticas claras de apoyo para la conservación comunitaria, que en Namibia tuvo lugar a mediados de la década de 1990 después de la independencia de Sudáfrica, y en Kenia más recientemente después de la adopción de la constitución de 2010 y sus importantes disposiciones en torno a la devolución de autoridad.
Liderazgo crítico del gobierno y la sociedad civil, incluida una colaboración relativamente fuerte entre esas dos esferas, así como de muchos operadores turísticos del sector privado en Kenia en particular. Organizaciones pioneras de base local como Integrated Rural Development and Nature Conservation en Namibia y Northern Rangelands Trust en Kenia, así como asociaciones clave como Kenya Wildlife Conservancies Association y Namibia Association of Community Based Natural Resources Management Support Organizations, las cuales han sido fundamentales para los desarrollos en estos países.
Financiamiento significativo a gran escala para el desarrollo de la conservación en ambos países, de USAID y otros financiadores externos, así como de organizaciones conservacionistas internacionales. En particular, la crisis actual provocada por la pandemia de la COVID-19, que ha provocado la pérdida de millones de dólares en ingresos por turismo en estos países, incluidas las áreas de conservación locales, está incentivando que los gobiernos de Kenia y Namibia aumenten su apoyo financiero para Áreas Conservadas. Por ejemplo, el Fondo de Conservación Comunitario de Namibia, creado con el apoyo del gobierno, los conservacionistas y la sociedad civil local como un vehículo de financiamiento a largo plazo para las áreas conservadas, ha recibido una inversión considerable de apoyo durante la pandemia, acelerando su crecimiento como instrumento de soporte a largo plazo. Estos desarrollos son potencialmente significativos para el financiamiento a largo plazo de la conservación comunitaria, nacidos en parte desde el reconocimiento general de la importancia actual de las áreas de conservación y para las industrias del turismo en ambos países.
Manejo forestal comunitario
Si bien muchas iniciativas de conservación en la región se enfocan en la vida silvestre de los ecosistemas de la sabana, el manejo forestal comunitario representa otra área de acción e inversión, tanto en innovaciones importantes como en desafíos arraigados.
Tanzania ha sido un líder regional en el manejo forestal comunitario desde principios de la década de 1990. El sistema de gobernanza local basado en las aldeas del país, combinado con las reformas de las leyes de tierras y bosques a fines de la década de 1990 y principios de la década del 2000, dio lugar a la creación de más de 2,5 millones de hectáreas de Reservas Forestales de Tierras Aldeanas. Estas áreas han creado nuevas oportunidades económicas para las comunidades tanto a partir de la extracción sostenible de madera, carbón vegetal y créditos de carbono, como también de la garantía de derechos sobre recursos valorados localmente.[8] Sin embargo, en los últimos años, la expansión de estas áreas se ha estancado y el apoyo del gobierno a los enfoques comunitarios parece haber disminuido.
En la vecina Kenia, el tema dominante relacionado con la participación de la comunidad en la conservación forestal, ha sido el de los conflictos sobre los derechos de los Pueblos Indígenas a sus territorios consuetudinarios en los bosques de tierras altas. Grupos como Sengwer y Ogiek han luchado por recibir el reconocimiento de sus derechos, incluso después de que este último pueblo ganó un caso histórico ante la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos en 2017. Ha habido conflictos recurrentes y, en algunos casos, desalojos violentos.[9]
Por el contrario, las recientes reformas de gobernanza forestal en Zambia han creado nuevas oportunidades importantes para que las comunidades locales aseguren el reconocimiento legal de los derechos comunitarios para gestionar y beneficiarse de los bosques, como también para desarrollar modelos de conservación de base local mediante regulaciones forestales. La Ley de Bosques de 2015 prevé el establecimiento de Grupos de Gestión de Bosques Comunitarios/Áreas de Gestión de Bosques Comunitarios (CFMA, por sus siglas en inglés) que pueden garantizar los derechos para administrar y recaudar ingresos de los bosques establecidos localmente. Desde que se aprobaron las regulaciones de apoyo a la silvicultura comunitaria en 2018, ya se han declarado más de un millón de hectáreas como CFMA. Varias organizaciones empresariales como BioCarbon Partners y COMACO están utilizando este marco legal para colaborar con las comunidades a fin de establecer y asegurar grandes áreas de bosques administrados por la comunidad en áreas clave de vida silvestre, y para generar nuevas fuentes de ingresos para las comunidades locales a partir de créditos de carbono y otros productos forestales.[10] Esto crea una de las oportunidades más notables para fortalecer los derechos comunitarios sobre los bosques, en un país con algunos de los bosques y zonas boscosas más extensos de la región, así como con altos niveles de deforestación.
Áreas marinas administradas localmente
Millones de personas que viven a lo largo de la extensa costa del océano Índico dependen de la pesca y otros recursos marinos para sus medios de vida. Los ecosistemas marinos aquí también contienen niveles excepcionales de biodiversidad, desde arrecifes de coral hasta manglares y estuarios.
El fortalecimiento de las instituciones de gestión local ha sido un enfoque clave de los esfuerzos de conservación ambiental en el océano Índico occidental durante las últimas dos décadas, reflejando también las tendencias globales. Las Áreas Marinas Gestionadas Localmente (LMMA, en inglés), zonas oceánicas cercanas a la costa y pesquerías que se gestionan mediante instituciones a nivel comunitario, se han extendido por diferentes países, cubriendo alrededor de 1 100 000 hectáreas en la región del océano Índico en 2014.[11] En Kenia, por ejemplo, en 2015 se habían establecido 25 LMMA, las cuales se administran mediante Unidades de Gestión de Playas (BMU por sus siglas en inglés) que incluyen a los usuarios de la pesca y otros actores locales.[12] Son responsables de desarrollar planes de administración, monitorear y hacer cumplir las reglas locales para gobernar las LMMA en colaboración con las autoridades gubernamentales. Se han registrado evidencias de aumento de la biomasa y la diversidad de peces en áreas como Kuruwitu LMMA, uno de los primeros sitios de este tipo en Kenia, que recibió un Premio Ecuatorial en 2017.
El movimiento hacia el establecimiento de LMMA en África Oriental está creando oportunidades importantes para fortalecer las instituciones locales de conservación y gestión marina, mejorando potencialmente la seguridad alimentaria, la sostenibilidad de las pesquerías y la conservación de los ecosistemas marinos con estos modelos. Al igual que otras formas de conservación comunitaria, las LMMA generalmente siguen teniendo limitaciones por una combinación de barreras normativas o políticas, así como capacidades y recursos locales limitados. Particularmente, los derechos colectivos de gobernanza de aguas jurisdiccionales y recursos marinos son fundamentales y necesitan reconocerse y fortalecerse. La mejora continua del entorno político y legal, al tiempo que se fortalecen las BMU y otras instituciones locales, es una prioridad clave en toda la región. Un buen ejemplo de reforma es la reciente aprobación de una nueva e importante ley de pesca en Mozambique.
Conclusiones y recomendaciones
Los enfoques comunitarios para la conservación y la gestión de los recursos naturales en África Oriental y Meridional enfrentan nuevas oportunidades y desafíos arraigados. Hay un impulso significativo detrás de algunos nuevos enfoques comunitarios formales, como las áreas de conservación en Kenia y Namibia, así como de recientes reformas, como la nueva ley y reglamentación forestal comunitaria de Zambia. Es importante destacar que la pandemia de la COVID-19 ha puesto en evidencia el papel fundamental de las comunidades locales en el apoyo a la conservación, incluso mediante las instituciones tradicionales de gestión de recursos, en un momento en que muchas agencias gubernamentales e iniciativas externas se han cerrado o ralentizado debido a la crisis o la pérdida de ingresos. De hecho, la pandemia puede crear nuevas oportunidades importantes para invertir en instituciones comunitarias, desarrollar asociaciones más sólidas y ampliar el apoyo a la conservación comunitaria.
En el contexto de la agenda de políticas de conservación mundial emergente que se está desarrollando en 2021 y se implementará durante la próxima década, que será crítica para la biodiversidad y los sistemas vivos de la tierra, hay dos prioridades generales clave en esta región diversa.
Primero, donde los nuevos modelos y enfoques comunitarios tienen un impulso y una mayor demanda de aceptación, con la combinación correcta de la demanda de la comunidad y el apoyo del gobierno, los esfuerzos internacionales deben priorizar la ampliación de dichos modelos. Esto se aplica, de diferentes maneras, a las áreas de conservación en Kenia y Namibia; las CFMA en Zambia, y los mecanismos legales (CCRO) para asegurar los derechos de la comunidad sobre los pastizales en el norte de Tanzania. Estos modelos ofrecen algunas de las mejores oportunidades para expandir espacialmente la cobertura de la conservación y su impacto, particularmente en formas que también apoyan los derechos de las comunidades sobre los recursos, sus medios de vida y sus oportunidades económicas. También existen oportunidades similares con las áreas marinas administradas localmente en África Oriental, que también tienen un impulso y son fundamentales para conciliar la conservación, la seguridad alimentaria y los intereses económicos locales en todo el océano Índico occidental.[13]
En segundo lugar, la mayor barrera para avanzar y apoyar la capacidad de las comunidades para asegurar y proteger sus territorios y recursos radica en las luchas continuas en torno a los derechos y la tenencia de la tierra y los recursos locales. Si bien la reforma de los derechos comunitarios a la tierra ha adquirido una importancia mucho mayor como una prioridad ambiental y de desarrollo en todo el mundo durante la última década, el ritmo y el alcance de las reformas en esta región, como en toda el África subsahariana, sigue siendo insuficiente. Los derechos comunitarios y consuetudinarios sobre la tierra, los bosques y los recursos marinos necesitan mayor reconocimiento tanto de las leyes como del reforzamiento de estas disposiciones legales que reconocen estos derechos. Esto crea una brecha duradera en los cimientos institucionales necesarios para la acción de conservación comunitaria, incluida la expansión de protecciones a los recursos valiosos y territorios locales, además de la capacidad de hacer cumplir las normas y costumbres tradicionales de conservación. Las reformas de tenencia, como las recientes reformas agrarias y forestales que se han llevado a cabo en la República Democrática del Congo, son fundamentales para la agenda de conservación y se necesita una mayor colaboración, atención e inversión. Fortalecer los derechos locales no solo para administrar, sino que también para gobernar y ejercer la tenencia de bosques, tierras y otros recursos naturales es esencial para apoyar cualquier enfoque comunitario de conservación en la región.
Para lograr estas dos prioridades, los esfuerzos internacionales de conservación deben priorizar el apoyo y las inversiones habilitantes en las iniciativas de organizaciones de base y las organizaciones locales que, a menudo, son los agentes clave del cambio en sus comunidades y sociedades. Los países que han sido pioneros en nuevos enfoques de conservación comunitaria, como Namibia y Kenia, lo han hecho sobre la base de un fuerte liderazgo de la sociedad civil local, redes nacionales de defensa y fuertes colaboraciones entre ONG, grupos de base, el gobierno y el sector privado. Las asociaciones nacionales como la Asociación de Áreas de Conservación de la Vida Silvestre de Kenia fomentan el aprendizaje, el intercambio y la acción colectiva a escala nacional, así como vínculos con iniciativas de otros países de la región. El apoyo acelerado a estos grupos y las colaboraciones que se necesitan para lograr el cambio deben ser una prioridad si las soluciones de conservación han de expandirse sobre el terreno.
[1] Revise, por ejemplo, Western, David, and R. Michael Wright (eds.). 1994. Natural connections: perspectives in community-based conservation. Island Press, Washington, DC.
[2] Nelson, F., Muyamwa‐Mupeta, P., Muyengwa, S., Sulle, E., & Kaelo, D. 2021. Progress or regression? Institutional evolutions of community‐based conservation in eastern and southern Africa. Conservation Science and Practice, e302.
[3] Wily, L. A. 2011. ‘The law is to blame’: The vulnerable status of common property rights in sub‐Saharan Africa. Development and change, 42(3), 733-757.
[4] Nelson, F. (Ed.). 2012. Community rights, conservation and contested land: the politics of natural resource governance in Africa. Routledge.
[5] Reid, R. S. 2012. Savannas of our birth: people, wildlife, and change in East Africa. Univ. of California Press.
[6] Russell, S., Tyrrell, P., & Western, D. 2018. Seasonal interactions of pastoralists and wildlife in relation to pasture in an African savanna ecosystem. Journal of Arid Environments, 154, 70-81.
[10] Aunque hay debates importantes sobre los créditos de carbono y la REDD+ (Reducción de las Emisiones de la Deforestación y la Degradación de Bosques) en relación con su interacción con las tierras Indígenas y comunitarias y la tenencia de bosques, la experiencia en Tanzania y Zambia en los últimos años sugiere que enfoques como este son posibles y, de hecho, indispensables. Estos enfoques son necesarios para fortalecer los derechos locales para administrar bosques y controlar las tierras consuetudinarias, como también generar nuevas oportunidades económicas a partir de los créditos de carbono. Lea las siguientes revisiones para acceder a la discusión detallada de estos estudios de caso, en un contexto amplio de la política nacional y legal en torno a la gestión de bosques comunitarios: Davis et al. 2020. Community-based Natural Resource Management in Zambia; y Trupin et al. 2018. Making Community Forest Enterprises Deliver for Livelihoods and Conservation in Tanzania.
[11] Rocliffe, S., Peabody, S., Samoilys, M., & Hawkins, J. P. 2014. Towards a network of locally managed marine areas (LMMAs) in the Western Indian Ocean. PloS one, 9(7), e103000.
[12] Kawaka, Joan A., et al. 2017. Developing locally managed marine areas: lessons learnt from Kenya. Ocean & Coastal Management 135: 1-10.
Fred Nelson es el director general de Maliasili y ha trabajado por veinte años en conservación africana para desarrollar estrategias efectivas y soluciones duraderas, apoyar organizaciones locales innovadoras y construir diversas alianzas. Ha vivido y trabajado con los masáis en Tanzania, diseñado y dirigido investigaciones sobre políticas de conservación en África y ha desempeñado un papel fundamental en redes mundiales y colaboraciones que van desde los derechos a la tierra, hasta la conservación de la vida silvestre y el ecoturismo.